8.5.08

4¼. OXÍMORON: El hábitat sin habitantes


Una ciudad sin que nadie ande en ella suena improbable, sin embargo, al pensarlo nos resulta una imagen familiar.
Tal vez esto último ha sido causado por alguna de esas películas gringas en las que se muestra Nueva York completamente deshabitado, donde sus pobladores fueron aniquilados por un meteorito, el calentamiento global o los marcianos. El hecho de mirar en la pantalla al príncipe del rap (o a cualquier otra superestrella de acción) caminando por Broadway sin la compañía de hordas de turistas chocando hombros con los apurados trajeados, el incesante sonar del claxon de los taxis junto a las limosinas negras y polarizadas, los humeantes changarros de hot dogs, falafel y cacahuates garapiñados de a dólar, repartidores suicidas en bicicletas sin frenos, supermodelos desveladas ansiando cocaína, y demás imágenes que suelen mostrarnos en las mismas películas localizadas en dicha ciudad, es una imagen muy seductora, prueba de ello es que las superproducciones que utilizan esta fórmula consiguen recaudar suficiente dinero como para colonizar la luna. Creo estoy exagerando, pero es un hecho que reúnen suficiente como para gastar más en el próximo rodaje y aumentar en millones el sueldo de los actores.
O, quizá nos resulta familiar por que algún momento de nuestro deambular por la ciudad nos hemos visto en la desagradable necesidad de involucionar a aquella primitiva especie mejor conocida como ‘peatón’. Si así fuera, es muy probable que nos encontráramos en una ciudad, en medio de una multitud y nos hallamos sentido solos, olvidados, como flotando en éter y viendo no más que oscuridad a la distancia (creo que estoy exagerando de nuevo). Sí éste fuera el caso, las preguntas habrían comenzado a aparecer: después de haberse tropezado con la raíz de un árbol -¿por qué fregados los políticos, en vez de dedicarse a subirse el sueldo, no arreglan las banquetas?; al subir y bajar un puente peatonal para cruzar la avenida -¿por qué tengo que desviarme yo que voy a pie cuando todos ellos vienen haciendo un montón de ruido, contaminando como ganado, y, para acabarla, de mal humor?; al ir en camión -si no sobrevivo ¿me iré al infierno?; al caminar en medio de una multitud -¿por qué nadie voltea a verme, me he quedado sin rostro, o será un complot?; y así, el nivel de paranoia aumenta en la misma proporción en que la cordura disminuye. Acto seguido: caer en la cuenta de que en la ciudad sobra gente y faltan personas.
Será que esa imagen de la ciudad vacía no es producto de la imaginación, sino que ya la llevamos en la memoria.

1 comentario:

Yuri dijo...

Me encanta como te puedes expresar tan fácilmente. Tus letras y tus sentimientos son tan claros ... me encanta Chato! Sigue escribiendo, eres original y genuino!
TQM ... Yuri