3.12.08

3. Andar

…un conocimiento tan ciego como en el cuerpo a cuerpo amoroso
Michel de Certeau
El verbo andar figura desde el origen del castellano y puede ser rastreado en el latín vulgar ambitare que significaba ‘dar vueltas, rodear’[1]. Respecto a su significado el Diccionario de la Real Academia Española[2] en un adelanto de su 23.ª edición le atribuye diecinueve sentidos diferentes. Vale la pena detenerse a revisar por lo menos cuatro:

1. intr. Dicho de un ser animado: Ir de un lugar a otro dando pasos.

Esta definición no requiere mayor explicación, andar como sinónimo de caminar quizá sea la manera más común en la que se utiliza. Cuando Francesco Careri[3] propone al andar como una práctica estética, se refiere a este acto, el caminar como la manera más elemental de arquitectura. De la misma manera lo hace Michel de Certeau[4], al hablar del andar, o caminar, como un acto de enunciación donde el cuerpo de los caminantes “obedece a los trazos gruesos y a los más finos [de la caligrafía] de un ‘texto’ urbano que escriben sin poder leerlo”.

4. intr. estar (hallarse en un determinado estado). Andar alguien bueno o malo, alegre o triste, torpe o prudente.


Generalmente utilizada en este sentido para expresar sentimientos, y puede no implicar movimiento por el espacio. Uno puede andar de malas una mañana completa sin necesidad de levantarse de la cama, o se puede andar de buenas sentado un par de horas en una banca.

5. intr. haber (hallarse, existir). Andan muchos locos sueltos por la calle.


Uno de los ejemplos que más nos competen y el diccionario nos otorga un excelente ejemplo, andan muchos locos sueltos por la calle, decíamos antes que nuestra respuesta a la ‘pulsión migratoria’ en la ciudad es lo que nos otorgaba nuestra existencia como ciudadanos, ahora podemos afirmar que andar es sinónimo de esa existencia.

17. tr. recorrer (atravesar un espacio). Andar el camino. Andar todas las calles
del pueblo.

Atravesar el espacio, pero lo más importante es que no implica la acción de caminar como en la primera definición, sino que puede realizarse por distintos medios y facilitado por distintos objetos además del calzado, esto nos brinda una amplísima gama de posibles maneras de andar por la ciudad.

En resumen, y hasta este momento podemos manifestar que andar es: movimiento, pero no necesariamente; es ir de un lugar a otro caminando, o hacerlo de otras maneras; es existir y hallarse en un determinado estado; ser y estar.

Ahora atenderemos a un par de autores a quienes ya hicimos referencia previamente, ambos toman la primera definición del andar, pero llevan el caminar mucho más allá del acto en sí mismo. De Certeau discute de sintéticamente pero con gran profundidad el fenómeno del andar, la intención de citarlo no es otra más que invitar a leer directamente lo que él tiene que decir al respecto.

Andar es no tener lugar. Se trata del proceso indefinido de estar ausente y en pos de algo propio. El vagabundo que multiplica y reúne la ciudad hace de ella una inmensa experiencia social de la privación del lugar; una experiencia, es cierto, pulverizada en desviaciones innumerables e ínfimas (desplazamientos y andares), compensada por las relaciones y los cruzamientos de estos éxodos que forman entrelazamientos, al crear un tejido urbano, y colocada bajo el signo de lo que debería ser, en fin, el lugar, pero que apenas es un nombre, La Ciudad.[4]


Careri argumenta que “el recorrido se convirtió en la primera acción estética que penetró en los territorios del caos, construyendo un orden nuevo sobre cuyas bases se desarrollo la arquitectura de los objetos colocados en él”. Después se detiene a analizar distintos momentos históricos en los que el andar ha sido, indiscutiblemente una práctica estética.

Andar contiene los significados simbólicos de aquel acto creativo primario: el errar en tanto que arquitectura del paisaje, entendiendo por ‘paisaje’ el acto de transformación simbólica, y no sólo física del espacio antrópico.[3]


Y cómo ellos dos, innumerables personas o grupos se detienen a reflexionar sobre el andar, todos con diferentes propuestas: las derivas, el flaneûr, etc.[5], ahora toca pensar en el andar como una vía para habitar la ciudad. Decíamos que el andar no se limita al acto de caminar, por eso andamos en bicicleta, en camión, en tren, algunas veces decimos que andamos en automóvil, y aunque sea correcto decirlo, el traslado en automóvil no construye ciudad ni nos hace ciudadanos. El uso del automóvil se incrementa junto con la segregación y destrucción de espacios que implica su abuso. Esto puede tener una infinidad de causas, pero basta acudir al sentido común para comprenderlo. Factores que varían desde el crecimiento desmesurado de las ciudades que aumenta las distancias entre las casas y de éstas con los proveedores de servicios, hasta el ver como un lujo el poder salir al espacio público sentado en un sillón, aunque encerrado en una caja de metal y vidrio sin necesidad de exponerse al sol, lluvia, personas de apariencia diferente, esperas interminables en las paradas de camión, carteristas o silbidos que persiguen minifaldas. Por ello, a pesar de no ser justificable, el uso irracional del automóvil se puede explicar sin problema.

Una manera de disminuir el uso del automóvil es comenzando a utilizar el medio que tenemos incorporado para cumplir con esa necesidad, las piernas, andar. No es necesario ser un anatomista para darse cuenta de que el cuerpo humano está hecho para moverse con las piernas, y por ello al caminar o al andar en bicicleta, patines, patineta, o lo que sea que requiera un impulso generado por nuestro propio cuerpo nos hará satisfacer esa necesidad de movimiento. Estos medios más humanos de moverse nos hacen vivir el trayecto de una manera diferente, nos otorga una infinidad de momentos y cosas que percibir, puede hacer que el trayecto a nuestro destino sea tan relevante como el destino mismo, es más, hasta puede suceder que el trayecto supere lo que hagamos cuando lleguemos al final del recorrido. El movimiento por el movimiento es un acto en peligro de extinción, la ‘pulsión migratoria’, recorrer un lugar y permitirle encuentro con toda la serie de accidentes que suceden mientras uno anda no es compatible con la necesidad de velocidad que el abuso del auto trae consigo, uno no puede medir el andar en kilómetros por hora, el andar no se mide, pero se puede describir por medio de lo que sucede mientras se realiza. Andar permite hacer casi de todo, pero exige hacerlo de cierta manera, uno puede andar caminando o en bicicleta, pero también puede llevar el andar más allá del camino.

Además de andar por aquí o por allá, se puede andar enamorado o andar encabronado, andar de volada, o andar como los cangrejos, muchos andan papando moscas, mientras que otros andan bien ocupados. Andar es un verbo tan irregular como las acciones que representa, uno anda de mil maneras. El andar no puede acompañarse de complementos (es intransitivo, a excepción de cuando es utilizado como sinónimo de recorrer, que es una acción en sí misma), no exige palabritas que complementen su acción, andar es un verbo completo que le da forma a otras acciones.

Andar exige un espacio y por ello nos invita a salir y crearlo, hacer la ciudad el espacio en que vivimos, revisitar la metrópolis, conocerla, reconocernos en los otros andantes, juntos tomar posesión de la calle que nos pertenece y hacernos responsables de lo que en ella sucede. El andar es una manera de leer y reescribir la ciudad, andar es una manifestación, andar es oposición, andar es un arte, andar es declamar el discurso de la ciudad, andar es ser la ciudad.

[1] Corominas, J. (1976) Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana. Madrid, España : Gredos
[2] Diccionario en Línea de la Real Academia Española. Disponible en: http//www.rae.es
[3] Careri, F. (2005) Walkscapes. El andar como una práctica estética. Barcelona, España : Gustavo Gili
[4] Certeau, M. de (1996) La invención de lo cotidiano : artes de hacer. Guadalajara, México : ITESO ; México : Universidad Iberoamericana, Plantel Santa Fe, Departamento de Historia : Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos
[5] En Walkscapes, Careri nos ofrece una revisión de diversos ejemplos, pero en general los encontramos en toda la serie Land&Scape de la editorial Gustavo Gili por si se desea conocer un poco más al respecto. Mucho del trabajo que se ha realizado en el Land Art, principalmente en la década de 1970, cuenta con el caminar como elemento de la obra, Richard Long es el principal exponente al respecto.

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