27.11.08

½. Del engrane al zapato


El transporte es quizá uno de los mayores retos de los planeadores de la ciudad contemporánea, esto quiere decir también que conseguir llevar a cabo los recorridos diarios es uno de los problemas más grandes a los que se enfrenta la ciudadanía. Transportase en la ciudad nunca había sido un asunto sencillo, pero el problema se fue agravando a mediados del siglo XIX cuando la demanda de obreros en la ciudad se incrementó exponencialmente. Millones dejaron el campo y comenzaron a trabajar para la industria, entonces nace una nueva necesidad, la de de llevar a cientos de personas de sus casas a una fábrica y de regreso. La industria comenzó a brindar soluciones que funcionaban un tiempo, pero que, al no dar el abasto necesario se iban volviendo obsoletas. En algunos casos los tranvías jalados por mulas no fueron suficientes, entonces hubo quien optó por el tren suburbano o el metro. Tiempo después la misma industria que requería esa inmensidad de mano de obra y que había generado el modelo T de Ford, abarató la producción de automóviles hasta el punto en que la mayor parte de la clase trabajadora pudo adquirir uno, eso trajo consigo la independencia y falsa libertad que el coche nos otorga. Ahora ya no era necesario ser vecino de la fábrica, uno podía vivir a kilómetros de su lugar de trabajo y aún así llegar a checar la tarjeta a las 9 de la mañana y volver para estar a las 6 en casa para comer.
La carrera por hacer nuestros viajes más cortos ha sido saboteada por nosotros mismos: mientras que diseñamos la tecnología para transportar más personas en la menor cantidad de tiempo, nos empeñamos –quizá sin saberlo– en alargar las distancias de nuestros recorridos diarios. Esta situación se hace evidente en la gran cantidad de recursos que la industria invierte en el desarrollo y producción de nuevos medios de transporte que faciliten la ilusión de un viaje más corto, más cómodo, veloz, seguro, económico y con menor cantidad de plazas.
Simultáneamente a esta carrera tecnológica por los medios de transporte, las ciudades con tendencia al desarrollo horizontal continúan extendiéndose y dividiendo temáticamente el territorio. Proliferan zonas exclusivamente residenciales, comerciales o restauranteras que multiplican la distancia de los recorridos diarios, dificultan la movilidad y justifican las cuantiosas sumas de dinero que son invertidas por la industria y el gobierno en el desarrollo de nuevos medios de transporte. Al incrementarse las distancias en estas ciudades temáticas, surge la necesidad de un incremento en la velocidad de los viajes de toda la ciudadanía, situación que no distingue clases sociales ni vehículos, afecta de igual manera al ejecutivo que viaja en un sedán de lujo, al estudiante que utiliza el transporte público, o al repartidor en motocicleta; todos necesitamos ir más lejos y el tiempo que tenemos disponible para los viajes sigue siendo exactamente el mismo, la única alternativa para llevar a cabo nuestras actividades diarias es acelerar nuestros viajes. Un repartidor de pizza sigue teniendo los mismos treinta minutos para entregar el pedido en la puerta de los comensales, la diferencia es que hace algunos años las pizzerías estaban localizadas en puntos estratégicos con varios núcleos residenciales a una distancia relativamente corta, la pizza generalmente llegaba caliente y a tiempo. Ahora las pizzerías no pueden estar en medio de un fraccionamiento, tienen que establecerse en los límites de éstos en una zona especialmente designada como “comercial”, entonces el repartidor tiene que viajar con el pedido por una distancia mayor, y no sólo eso, tiene que hacerlo sorteando el tráfico de la hora de la comida, pues el lugar de trabajo, la escuela, o el supermercado de donde vienen los miles que van a comer en sus casas, comparten la única vía de acceso con el repartidor. Generalmente la pizza continúa llegando a tiempo, la diferencia es que el viaje que realizó el repartidor resulto mucho más agresivo para él mismo y para todos aquellos con quienes se cruzó en el camino, el repartidor tuvo que sortear más obstáculos y tuvo que ir más rápido, esto no sólo incrementa la posibilidad de un accidente, sino que al ir más veloz la peligrosidad del accidente también crece. ¿Qué pasaría si invirtiéramos la tendencia, si en lugar de buscar medios mecánicamente más complejos cada quien se empeñara en utilizar medios más peatonales?

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