13.6.08

La lentitud




La 'velocidad' nos ayuda a expresar el espacio recorido por un móvil durante un periodo de tiempo; entre mayor sea ésta, el tiempo de recorrido a nuestro destino se disminuirá; y, según Kundera, "el grado de velocidad es directamente proporcional a la intensidad del olvido".
No dejen de leer La lentitud, es una novela corta: 168 pp, letra apta para miopía y vista cansada, así que no hay pretexto. A pesar de ello vale la pena leerla con calma, qué caso tendría leer La lentitud en un apuro. Por lo pronto aquí hay dos fragmentos que tienen que ver lo la velocidad en la que nos movemos de un lado a otro.

Se nos antojó pasar la tarde y la noche en un castillo. En Francia, muchos se han convertido en hoteles: un espacio perdido de verdor en una extensión de fealdad sin verdor; una parcela de alamedas, árboles y pájaros en medio de una inmensa red de carreteras. Voy conduciendo y, por el retrovisor, observo un coche que me sigue. El intermitente izquierdo parpadea y todo el coche emite ondas de impaciencia. El conductor espera la ocasión para adelantarme; aguarda ese momento como un ave de rapiña acecha a un ruiseñor.
Vera, mi mujer, me dice: “Cada cincuenta minutos muere un hombre en las carreteras de Francia. Mira todos esos locos que conducen a nuestro alrededor. Son los mismos que se muestran extraordinariamente cautos cuando asisten en plena calle al atraco de una viejecita. ¿Cómo es que no tienen miedo cuando van al volante?”.
¿Qué contestar? Tal vez lo siguiente: el hombre encorvado encima de su moto no puede concentrarse sino en el instante presente de su vuelo; se aferra a un fragmento de tiempo desgajado del pasado y del porvenir; ha sido arrancado de la continuidad del tiempo; está fuera del tiempo; dicho de otra manera, está en estado de éxtasis; en este estado, no sabe nada de su edad, nada de su mujer, nada de sus hijos, nada de sus preocupaciones y , por lo tanto no tiene miedo, porque la fuente del miedo está en el porvenir, y el que se libera del porvenir no tiene nada que temer.
La velocidad es la forma de éxtasis que la revolución técnica ha brindado al hombre. Contrariamente al que va en moto, el que corre a pie está siempre presente en su cuerpo, permanentemente obligado a pensar en sus ampollas, en su jadeo; cuando corre siente su peso, su edad, consciente más que nunca de sí mismo y del tiempo de su vida. Todo cambia cuando el hombre delega la facultad de ser veloz a una máquina: a partir de entonces, su propio cuerpo queda fuera de juego y se entrega una velocidad que es incorporal, inmaterial, pura velocidad, velocidad en sí misma, velocidad éxtasis.
Curiosa alianza: la fría impersonalidad de la técnica y el fuego del éxtasis. Recuerdo una norteamericana, a la vez ceñuda y entusiasta, especie de apparatchik del erotismo, que hace treinta años me dio una lección (gélidamente teórica) sobre la liberación sexual; la palabra más recurrente en su discurso era la palabra “orgasmo”; conté las veces: cuarenta y tres. El culto al orgasmo: el utilitarismo puritano proyectado en la vida sexual; la eficacia contra la ociosidad; la reducción del coito a un obstáculo que hay que superar lo más rápidamente posible para alcanzar una explosión extática, única meta verdadera del amor y del universo.
¿Por qué habrá desaparecido el placer de la lentitud? Ay, ¿dónde estarán los paseantes de antaño? ¿Dónde estarán esos héroes holgazanes de las canciones populares, esos vagabundos que vagan de molino en molino y duermen al raso? ¿Habrán desaparecido con los caminos rurales, los prados y los claros, junto con la naturaleza? Un proverbio checo define la dulce ociosidad mediante una metáfora: contemplar las ventanas de Dios. Los que contemplan las ventanas de Dios no se aburren; son felices. En nuestro mundo, la ociosidad se ha convertido en despreocupación, lo cual es muy distinto: el desocupado está frustrado, se aburre, busca
constantemente el movimiento que le falta.
Miro por el retrovisor: siempre el mismo coche que no consigue adelantarme por culpa del tráfico en sentido contrario. Al lado del conductor va una mujer; ¿por qué el hombre no le cuenta algo gracioso?, ¿por qué no descansa una mano en su rodilla? En lugar de eso, maldice al automovilista que, delante de él, no avanza lo bastante rápido; tampoco la mujer piensa en tocar al conductor con la mano, conduce mentalmente con él, y ella también me maldice.
Entretanto pienso en aquel otro viaje de París a un castillo en el campo, que tuvo lugar hace más de doscientos años, el viaje de Madame de T. y el joven caballero que la acompañaba. Es la primera vez que están tan cerca el uno del otro y la indecible atmósfera de sensualidad que les envuelve nace precisamente de la lentitud de la cadencia: mecidos por el movimiento del carruaje, los dos cuerpos se rozan, primero sin querer, luego queriéndolo, y se traba la historia.


Hay un vínculo secreto entre la lentitud y la memoria, entre la velocidad y el olvido. Evoquemos una situación de lo más trivial: un hombre camina por la calle. De pronto, quiere recordar algo, pero el recuerdo se le escapa. En ese momento, mecánicamente, afloja el paso. Por el contrario, alguien que intenta olvidar un incidente penoso que acaba de ocurrirle acelera el paso sin darse cuenta, como si quisiera alejarse rápido de lo que, en el tiempo, se encuentra aún demasiado cercano a él.
En la matemática existencial, esta experiencia adquiere la forma de dos ecuaciones elementales: el grado de lentitud es directamente proporcional de la memoria; el grado de velocidad es directamente proporcional a la intensidad del olvido.

Quería acompañar el texto con alguna imagen sobre la lentitud, me resulta curioso que las únicas dos imágenes que encontré son fotos que tomé a personas que han de triplicar mi edad, será casualidad o será que en la calma de su andar procuran traer recuerdos de su pasado ¿quién sabe?

texto tomado de: Kundera, M. (1995) La lentitud. México : Tusquets

2 comentarios:

Æ dijo...

Hola Ernesto, te dejo este comentario por que era más rápido que lo vieras en tu blog que entrar a buscar a ciudad alterna. Es sobre la imagen del ciclista, yo la hice y tengo pensado hacer una playeras, como ves? Pues igual y juntamos una banda y las mandamos a hacer y asi nos salen mas bara, esta bien no?? Espero tu respuesta.

Æ dijo...

Hola Ernesto, pues mira si quieres lo vemos en agosto, yo me voy en dos semanas y estoy fuera cinco, asi que pues no vamos a coincidir, pero regreso el 9 de agosto, y ya nos ponemos a ver eso te parece? (Tambien se pueden hacer en vinil textil, quedan muy bien) Pero bueno, ya nos pondremos de acuerdo. Saludos y suerte en el verano.